Beatos Mártires MSC de Canet de Mar
Beatos Mártires MSC de Canet de Mar
COMPROMETIDOS CON CRISTO Y EL CARISMA MSC
En julio de 1936, la Comunidad de Misioneros del Sagrado Corazón de Canet de Mar (Barcelona) estaba formada por doce religiosos profesos, seis novicios a punto de profesar y había recibido diez postulantes para empezar el Noviciado.
El día 21, un grupo de violentos quemaron la iglesia parroquial y el P. Superior dispuso que todos vistiesen de seglar, sumieron las sagradas formas, escondieron los utensilios sagrados y se dio a cada uno una cantidad de dinero. El mismo día, se personó un representante del Comité local con la orden de desalojar el convento. La Comunidad y los niños del Colegio fueron retenidos en una residencia junto al Santuario de la Misericordia.
El 3 de agosto, uno de los vigilantes avisó a los MSC de que el Comité había decidido fusilar a los frailes. El grupo de religiosos se dividió en dos. El de los siete beatos mártires, formado por los más jóvenes, se internó en el monte. La primera noche cayó una fuerte tormenta y tuvieron que buscar ayuda en algunas masías, situadas en San Cipriano de Vallalta. Estuvieron escondidos a la intemperie unos quince días.
Ante la imposibilidad de regresar a Canet, decidieron emprender marcha hacia el norte, con la esperanza de cruzar la frontera. Después de haber pasado por varias masías donde les prestaron ayuda, se adentraron en el bosque, en la Parroquia de Sant Feliu de Buxalleu. Los milicianos sospechaban de su presencia y realizaron una serie de partidas para apresarlos, además llovía y hacía frío. En esas circunstancias, el 25 de septiembre, reemprendieron la marcha y, en cuatro días, llegaron a Begudá. Exhaustos, fueron a parar a la masía Devesa, cuyos dueños eran gente profundamente cristiana. Gracias a la ayuda, repusieron fuerzas y continuaron su camino martirial.
Pedir ayuda en las masías era también un riesgo y, en su última parada, fueron a dar a la casa de uno de los jefes del Comité local, al que ingenuamente preguntaron por el camino a la frontera. Les orientó hacia un paraje conocido como la Ginella, donde les aguardaba una patrulla del Comité local, que los detuvo inmediatamente. Posteriormente, los entregaron al Comité Central, situado en Sant Joan de les Fonts, muy violento y temido en la región.
Al día siguiente, los milicianos avisaron al Comité de Canet de Mar de que tenían a siete frailes de aquella localidad y esperaban su decisión. «Hemos dado con ellos; esta vez no se escaparán. Los mataremos hoy mismo«, dijo el jefe del Comité. Los jóvenes misioneros se convencieron ya de que había llegado su hora y se prepararon bien para ello.
En la tarde del 29 de septiembre de 1936, fueron atados de manos y subidos a un autobús. La triste comitiva se puso en marcha hacia el lugar del martirio. A través de Castellfullit y Besalú, se dirigieron a Bañolas. Bordearon el Ser y, poco antes de llegar al puente que lo cruza, un ribazo que había entre una casita en ruinas y el puente fue el lugar elegido para asesinarlos.
Sacaron primero a cuatro, ordenándoles que se situaran en el ribazo. “Vosotros nos matáis porque somos religiosos. iViva… !”. Una fulminante ráfaga de ametralladora segó sus vidas. La voz era la del P. Arribas. Minutos después, fueron martirizados los otros tres MSC. Uno de ellos murió estrechando fuertemente en su mano un crucifijo.
Allí quedaron los cadáveres. Al anochecer, fueron recogidos por orden del Comité de Seriñá y llevados al cementerio, donde los enterraron al día siguiente. El 30 de septiembre, abrieron dos fosas y colocaron cuatro cuerpos en una y tres en la otra. En ellas estuvieron hasta el 30 de marzo de 1940, cuando fueron exhumados y trasladados a Canet de Mar. Desde su beatificación, el 6 de mayo de 2017, las reliquias de los siete mártires pueden ser veneradas en el Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, en Barcelona.